Daniela Fugellie

Esteban Eitler: Músico del Cono Sur

In Memoriam Artur Eitler 

En fechas en que los chilenos se enorgullecen como nunca con su himno nacional, los colores de las banderas adornan las ventanas de las casas y los autos, y los miembros de diferentes naciones del mundo sacan a relucir sus mejores looks con los colores patrios, no he podido dejar de pensar que es el momento para plantear una pregunta que tarde o temprano tendría que venir. Queridos lectores: ¿qué es un compositor chileno? Algunos dirán, muy simple, es alguien que nació en Chile o que tiene, digamos, un pasaporte chileno. Bueno, pero si esa persona hizo toda su carrera por ejemplo en Inglaterra y nunca más volvió a Chile, ¿se sigue tratando de un compositor chileno? Otros dirán que lo que habría que aclarar no es tanto el problema de la persona, sino el de la música: Un compositor chileno es alguien que escribe música chilena. Pero entonces, si un compositor asiático o europeo vive casi toda su vida en Chile, ¿cuando pasa a a ser un compositor chileno? ¿Cuando su música tenga algún dejo de un ‘algo’ que pueda identificarse quasi metafísicamente como parte de la chilenidad? ¿Y no podríamos decir que en el siglo XXI estos temas ya están más que pasados de moda y que, en la era de las comunicaciones virtuales, cada uno compone exactamente como le de la gana, independiende de dónde se haya nacido y de dónde se viva? 

Esta semana comenzó para mí, temprano el lunes en la mañana, con una triste noticia. Desde Munich me notificaron del fallecimiento de Artur Eitler, pintor de 99 años residente en esa ciudad, con quien yo mantenía un contacto epistolar desde hace algo más de un año. En seguida escribí a los sobrinos de Artur, residentes en São Paulo y procedí a ayudarlos a traducir una nota de condolencia del portugués al alemán. Mi nexo con la familia Eitler surge de mi doctorado, ya que el compositor austríaco-argentino Esteban Eitler (1913–1960), hermano de Artur, es parte de mi investigación. 

Alemania, Brasil, Austria, Argentina, ustedes pensarán que me están entendiendo mal o que me estoy yendo por las ramas y que esto no tiene nada que ver con música chilena. Paciencia; la historia es un poco complicada, pero tiene que ver con Chile. Los hermanos Eitler nacieron en Bolzano, hoy el Tirol italiano y en ese entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Esteban estudió flauta en Budapest y llegó a Buenos Aires de gira con una orquesta en 1936. Allí conoció a una alemana judía, Ilse Lustig, y con el rápido auge del nazismo ya no era conveniente para ella volver a Europa, por lo que ambos se quedaron en Argentina. También viajó mucho dando conciertos en Bolivia y Brasil, y entre 1952 y 1957 se radicó en Santiago. En 1957 la familia, que ya contaba con cuatro hijos, se fue a São Paulo, donde Esteban murió repentinamente de leucemia tres años después. Su vida artística la realizó como flautista de música clásica, multi-instrumentista de música popular y jazz, además de compositor de música de vanguardia y de incursionar en la fotografía y las artes plásticas. 

Y la mezcla entre países y culturas es aún mayor: cuando conocí a los hijos de Esteban, Rolando y Valter, esperaba a un señor de apariencia alemana que me recogería con su auto en un paradero de metro de São Paulo, pero lo primero que apareció desde la ventana de un auto fue la cabeza de una guapísima mujer de rasgos asiáticos, algo menor que yo, diciendo “Daniela, Daniela”. Rolando está casado con una de las mujeres de la numerosa colonia japonesa brasilera y su hija Mônica es veterinaria y ganadora del concurso de belleza Miss Nikkey de la comunidad brasilero-japonesa. Por otra parte, muchas partituras de Eitler, de por sí muy raras de obtener, me las facilitó en flautista y compositor Alexander Wagendristel, a quien visité en su casa en Viena. Hace tiempo él había sido novio de una pariente lejana de los Eitler y por eso comenzó a recopilar e interpretar su música. Algunas de las partituras las obtuvo a través de una hermana de Artur y Esteban residente en Inglaterra. Como pueden ver, para seguirle la pista a personajes que fueron dejando fragmentos de su biografía en diferentes latitutes, hay que hacer a veces un trabajo a lo Indiana Jones, viajando a los lugares más recónditos tras las piezas que faltan del rompecabezas. Por mi parte, desde que entré en contacto con los Eitler en octubre del 2012 pude hacer mi pequeña contribución a su historia familiar, ayudándolos a través de la traducción de cartas a reestablecer un contacto interrumpido hace décadas por las barreras geográficas e idiomáticas. 

En realidad yo le había prometido a los pacientes editores de La Clásica, inspirados en la Copa que nos revoluciona hace días, escribir algo sobre algún compositor chileno que tuviera un vínculo con Brasil. Ahora estoy escribiendo sobre un austríaco-tirolés-semihúngaro-argentino-chileno-brasilero de dudosa relación con la música clásica chilena y quiero antes que nada excluir por ello de toda culpa a los amables editores, ya que, cuando les envié el manuscrito, ya era demasiado tarde para que me dijeran que me había salido del guión; por eso la culpa recae solamente en mi persona. En mi defensa quisiera decir que la figura de Eitler se presta muy bien para reflexionar en torno a la pregunta que plantée al comenzar, sobre lo que pudiera querer decir ser o no ser un compositor chileno. 

Como magallánica proveniente de una familia de inmigrantes de diferentes naciones, es imposible no crecer con un cierto escepticismo con respecto a lo nacional como una idea preconstruida. La noción de lo que podría ser Chile se ve, desde nuestra perspectiva austral, bastante diferente, ya que la mayoría de los símbolos declarados de antemano como patrios no tienen casi nada que ver con nuestra cultura regional. Por otra parte, creo que muchas veces existe, aún hoy en día, un cierto prejuicio que parte de la base de que lo europeo es siempre lo más fuerte, lo que viene a nuestros países a imponernos estéticas, ideas, innovaciones determinadas. Los magallánicos sabemos que esto no es siempre así: ¿Quién hubiera cambiado la hermosa Dalmacia por la no menos hermosa pero fría e inhóspita estepa austral si no hubiera sido porque, en Croacia, no se veían oportunidades favorables? Pero me parece que, a veces, se tiende a pensar que cuando un compositor europeo llegaba al Cono Sur, lo hacía teniendo una cuenta en un banco suizo y se sentaba a esperar que le llegaran ofertas de trabajo de chilenos agradecidos, que lo venían a visitar cantando quizás, como en la Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras del inmortal Johann Sebastian Mastropiero, “nos descubrieron, por fin nos descubrieron”. 

Pero esto la mayoría de las veces no es así. Muchos músicos europeos que emigraron a nuestras latitudes tuvieron que luchar bastante por sobrevivir y trabajaron estrechamente con sus colegas chilenos en diversos proyectos, volcando su entusiasmo y su cariño por su nuevo lugar de vida y trabajo, tal como lo hiciera cualquier otro músico del lugar. Como diríamos en Chile, había que hacerle a todo para sobrevivir como músico y Esteban Eitler es en excelente ejemplo de una personalidad abierta, versátil y aventurera. Su energía se volcó en las más diversas áreas, de las cuales paso a mostrar brevemente algunas. 

En Argentina, Eitler comenzó tocando como flautista en diversos ensambles, en viajes a Bolivia se interesó por la música andina y comenzó a componer inspirado en melodías pentatónicas. Pero desde alrededor de 1943 tomó clases con el vanguardista empedernido Juan Carlos Paz y comenzó a escribir música atonal y dodecafónica. Eitler, aparte de componer y tocar, fundó su propia editorial de música moderna, Politonía. Como parte del movimiento artístico argentino vanguardista Arte Madí, además, toca en conciertos y hace obras de arte abstractas. Aquí se encuentran dos obras suyas, una musical y un dibujo, en la revista Arte Madí 2 (1948).

 

Como flautista, se interesó por tocar nuevas obras en todos los lugares en que estuvo. Por eso, la lista de sus estrenos de obras de compositores argentinos, brasileros y chilenos (incluídos las de muchos inmigrantes como él) debe de ser enorme. Entre ellos, cientos de conciertos lo llevaron desde el sur hasta el nordeste brasileros. Entre las amistades hechas en Brasil se cuenta con la de Edino Krieger (*1928), que le dedicó un hermoso chôro atonal, Chôro para flauta e cordas (1952). 

En Chile, desde 1952, Esteban Eitler se dividió entre los conciertos y composiciones modernas y la música popular; algo que por lo de más era bastante común en esa época. Aquí lo vemos en dos proyectos: Como flautista de los conciertos de música del siglo XX de Pro-Arte (en la foto es el segundo de izquierda a derecha) y como acordeonista y director de la orquesta de Don Esteban y sus Trotamundos.

 

 Su musica hasta ahora ha sido muy poco estudiada y prácticamente no existen grabaciones. 

Aunque habría mucho más que contar, ver y escuchar, espero que estos pocos ejemplos hayan mostrado algo de la versatilidad de este compositor e instrumentista… ¿austríaco? ¿tirolés? ¿músico del Cono Sur? Volviendo sobre la pregunta, mi opinión es que la música es, sobre todas las cosas, una práctica cultural realizada entre personas. La música es del lugar y del tiempo en el que esta práctica se realiza. La experiencia de haber conocido a la familia Eitler me ayudará a tener siempre presente que los estudios musicológicos tienen que ver con personas, con la manera en que viven su arte y en que van impregando con él a los diferentes lugares por los que pasan.

  

Esta dedicatoria hecha por su colega de Chile Diego García de Paredes, en una visita a Brasil, poco antes de su fallecimiento, es prueba del afecto de sus colegas chilenos:

“Para Esteban, el más grande y completo de los músicos que nos ha honrado con su presencia y amistad en Chile. Con la admiración y el leal afecto del mas dúctil de los colaboradores del ‘triunvirato’.” São Paulo, 22.08.1959.

 

 



[1] Artículo aparecido originalmente en la revista online La Clásica (Septiembre 2014).